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Riesgo de guerra comercial por la tecnología renovable

>> 7 de junio de 2010


La tecnología ecológica que está emergiendo para reemplazar la reserva finita de combustible fósil y sus peligrosos efectos de contaminación por bióxido de carbono, amenaza por ahora con generar guerras comerciales entre China, Alemania, España y EE.UU., que se colocan como líderes del mercado.

En tales conflictos destacan las tensiones crecientes entre los compromisos internacionales para reducir las huellas nacionales del carbono y las reglas comerciales globales.

En el 2009, China representaba más de la tercera parte de las instalaciones de energía eólica en el mundo, tras haber más que duplicado su capacidad instalada por cuarto año consecutivo. Rebasó a EE.UU. para convertirse en el mercado de turbinas eólicas más grande. Para el 2020 aspira obtener al menos la quinta parte de su energía de fuentes renovables: viento, energía solar e hidráulica.

También quiere alcanzar sus metas con equipo de producción nacionales. En el 2004, cuatro quintas partes de los equipos de energía eólica chinos fueron adquiridas en el extranjero, particularmente en Europa. Este año, menos de la quinta parte de dichas tecnologías vendrá del exterior.

En el 2008, China destacó además como el productor de paneles solares más grande del mundo, representando más o menos la tercera parte del total de equipos de energía solar. Pero el crecimiento de esa producción ha corrido más rápido que la capacidad instalada de energía solar. Por eso, la mayoría se destina a exportación.

La anticuada política industrial es responsable del éxito de China en el mercado de tecnologías de energía renovable. Al establecer cuotas prohibitivas que requieren la adquisición de equipo solar y eólico producido en ese país, así como sistemas para descalificar las licitaciones de compañías extranjeras para proporcionar las tecnologías.

Con el depósito de minerales de tierras raras más grande del mundo, China trató de arrinconar el mercado de turbinas eólicas, restringiendo la venta de esos minerales, indispensables para fabricar las turbinas.

Europa también tiene muchas ambiciones en el terreno de la energía renovable. Alemania ya recibe 16% de su electricidad de fuentes alternativas, como la solar y la eólica. Según un estudio de McKinsey & Co., “para 2050, Europa podría alcanzar una reducción en toda su economía de emisiones de gases con efecto de invernadero de al menos 80% en relación con los niveles de 1990”.

Para lograr esa meta se requieren instalar al año el equivalente de 4.920 km2 de paneles solares, muchos en las azoteas, y más de 2.000 turbinas eólicas, la mitad de las cuales podría estar en el mar. La meta equivale más o menos al ritmo de instalación que el sector europeo de energía eólica alcanzó en los últimos diez años.

Los beneficios para Europa no se limitarían a frenar las emisiones de carbono. McKinsey estima que para el 2050, el costo de la energía por unidad del producto interno bruto se habrá reducido en 30% en Europa. Y la producción de tecnología renovable podría generar decenas de miles de empleos.

En Estados Unidos la energía eólica es muy abundante en el oeste de Texas y le ayudaría al país a reducir su dependencia del petróleo importado. Pero comprar turbinas eólicas para este proyecto tenía también la intención de crear empleos e impulsar la recuperación económica. El público exigió que las turbinas se produjeran en EE.UU., no en China.

Para los defensores del libre comercio, esto parece un ejemplo clásico de “Compra lo hecho en Estados Unidos”, práctica criticada por proteccionista. Pero un estudio reciente del Instituto de Comercio Mundial en Ginebra concluye que “las reglas actuales sobre adquisiciones públicas no abordan sistemáticamente la conexión con las adquisiciones ecológicas. Por lo tanto, hay controversia sobre hasta qué punto los países tienen derecho a condicionar las compras del gobierno a la luz de las metas establecidas en el protocolo de Kioto (sobre el cambio climático)”.

El Instituto de Comercio Mundial aboga por nuevas negociaciones, bajo los auspicios de la Organización Mundial del Comercio, “para abordar todos los problemas pertinentes, que van desde la clasificación de bienes y servicios hasta la disciplina en materia de subsidios, cuestiones de competencia y comercio estatal, así como los derechos de propiedad intelectual y adquisiciones públicas”.

Aun no se ha llegado a un consenso internacional y, solo después de años de fricciones comerciales, los países posiblemente se convenzan de que es deseable. Mientras, EE.UU. y la Unión Europea están dispuestos a considerar una trayectoria menos ambiciosa: un acuerdo entre todos los países para eliminar aranceles a las tecnologías de energía renovable.

Tal acuerdo liberalizaría el comercio y eliminaría algunas de las fricciones futuras entre las metas comerciales y las climáticas. Pero aun eso podría no ser fácil. China tendría que participar para que cualquier acuerdo fuera significativo.

Fuente: El Universo.com

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